Antes

Recuerdo el día en que mi padre me hizo un retrato. Tuve que quedarme quieto durante un par de horas, algo que para mí, con unos 8 años y siendo muy inquieto, era una eternidad. El era ,es, marino de profesión, tenía un talento natural para la pintura, el tallado y el dibujo, disciplinas que manejaba con una soltura admirable.

En mi caso, las horas dedicadas a la restauración de muebles antiguos despertaron cierta curiosidad por el arte , la cual ha ido aumentando hasta el punto de matricularme en Historia del Arte.

Poco después aparqué los estudios para centrarme plenamente en la pintura.

De dibujar plantillas para muebles pasé a dibujar rostros, manos y pies. Me sumergía en aquellos dibujos, perdiendo la noción del tiempo creándose un claro efecto catártico .

Empecé a viajar para aprender directamente ,en los talleres o estudios, de los maestros que más admiraba, explorando sus técnicas e ideas.

Al principio, me especialicé en el retrato realista, de los que realicé múltiples encargos, hasta que sentí la necesidad de desarrollar una obra más personal, con una mirada más interior, esa que me permitiera explorar nuevas formas de expresión y conectar más intensamente.

Pintar, cuando se hace desde la honestidad, es mirarse a un espejo, es cuestionarse.

Ahora

Mayoritariamente estoy desarrollando mi vertiente más expresionista, sin poner tabiques a los procesos creativos, sin pensar en el resultado final, dándole protagonismo a cada una de las sensaciones que provoca el accidente ,color o trazo.

Un lenguaje visual que se entrelaza con el realismo de los retratos de mi serie Klimt, o con obras que giran más hacia la abstracción.

Aunque disfruto enormemente el proceso de desarrollar series cohesionadas, para mí es fundamental mantener siempre una ventana abierta hacia la aventura creativa. Este enfoque permite que mi perspectiva respire, aportando frescura y energía a mis obras posteriores.

Para mí, es imprescindible explorar cada rama de este árbol creativo, recorriendo en zigzag cada curva y textura, permitiéndome así descubrir nuevos matices y significados en cada centímetro del lienzo. Este proceso no solo refleja una búsqueda constante, sino también un compromiso con la evolución y el dinamismo del acto de crear.

En el fondo, "Pintar" con mayúsculas va más allá de la técnica y el estilo; cuando se realiza con honestidad , se convierte en un proceso de introspección. Es un espejo que invita, a explorar sus propios límites. Más allá de lo visible, la pintura se transforma en un medio para cuestionar y entender la propia esencia, donde cada obra es tanto una búsqueda interna como una revelación.

Por ello, cuando desnudas tu alma en una obra, no existe mayor sensación de plenitud que la de establecer una conexión auténtica con quien la contempla.